Se acaba de celebrar la Cumbre del G-20 en Hamburgo (Alemania), con algunas evidencias de por dónde van a ir los países más desarrollados en los próximos años. La gran diferencia con respecto a las sesiones de años anteriores viene marcada por la acentuación de los cierres nacionalistas en detrimento de la visión más global de un Planeta con necesidades de cambio y transformación. Dicho fenómeno viene motivado por los efectos de la crisis (ya se repitió en otros momentos de nuestra historia), que provoca que las políticas diseñadas por los distintos gobiernos para salir de la misma contemple menos globalización y más nacionalismo. Sin duda este hecho ha sido fundamental en el triunfo de Donald Trump en las presidenciales de 2016, pero ha sido repetido por todos y cada uno de los países más ricos bajo la máxima: primero nosotros y, después, ya veremos.
El Presidente estadounidense ha quedado aislado en cuanto al cumplimiento de los Acuerdos de París, pero es un tema absolutamente anecdótico ya que su posición era ampliamente conocida antes de la cumbre y los líderes europeos han decidido llamar la atención sobre este disenso para desviar la mirada sobre su nefasta política de atención al refugio y asilo político, sus incumplimientos y sus vergüenzas.
Ha sido la primera cumbre post Brexit y ha quedado de manifiesto la apuesta nacionalista por reforzar el mercado y consumo interno, dejando el libre comercio en un segundo plano. Es decir, la Globalización ha ido cediendo paso en esta cumbre al refuerzo nacionalista en todos sus frentes. Más allá de estos temas, la cumbre solo ha servido para hacerse la foto de verano y para remarcar que el poderío de EEUU, China y Rusia destacan sobremanera sobre el resto del G-20, incluida la Unión Europea.
Así pues, los intereses nacionales pesan mas en la cumbre que los intereses globales. Y a pesar de que la ratificación de los Acuerdos de París en la lucha contra el Cambio Climático han sido asumidos por la inmensa mayoría, Trump marca la diferencia y es posible que arrastre en su postura a futuro del presidente turco Erdogan.
Ha sido una cumbre de encefalograma plano, lo cual no sería preocupante si observamos anualmente que cada vez se marcan más objetivo globales en las reuniones secretas del Club Bilderberg, donde los verdaderos poderosos del mundo diseñan nuestras vidas y las políticas a ejecutar, fuera de cualquier control de tipo democrático.
Cada país va a lo suyo y salvo algún postureo de la Europa Común, queda claro que durante los próximos años estamos abocados a un multilateralismo mediocre y un resurgimiento del nacionalismo enrocado para contentar a los ciudadanos de cada país dejando al margen la visión global. Lamentablemente, esta opción la pagaremos todos ya que siempre tienen las de ganar los estados más poderosos. De los países empobrecidos, de las hambrunas, de los refugiados por las guerras, de la inmigración, ni siquiera se ha hablado en esta insulsa cumbre del G-20.
Artículo publicado originalmente en El Mundo Financiero por nuestro director Francisco Pineda Zamorano*.
* Experto en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo.