Según el Servicio de Estadística Poblacional de las Naciones Unidas, nuestro planeta cuenta en la actualidad con 7.500 millones de seres humanos. La prospección de crecimiento indica que en 2030 seremos 8.600 millones y en 2050 alcanzaremos la cifra referente de los 10.000 millones.
Este crecimiento de población nos presenta algunas preguntas sobre la viabilidad y sostenibilidad con unos recursos finitos y sobre las condiciones en las que viviremos tal cantidad de gente. Parece ser que nuestro actual nivel de consumo en los países occidentales o desarrollados, sería del todo insostenible de intentar replicarlo a escala planetaria. Dicho de otra forma, si los 10.000 millones de habitantes del 2050 pretenden vivir como se hace actualmente en los países mas avanzados nos harían falta 6 planetas para tal fin. Ergo el modelo actual no resulta sostenible.
Parece evidente que las dos cuestiones fundamentales a resolver son: o reducimos la población mundial o reducimos nuestro alto índice de consumo. En los países desarrollados las tasas de crecimiento poblacional se han estancado, incluso en algunos resulta negativa, mientras en los menos adelantados o empobrecidos se continúa creciendo a ritmo preocupante. La respuesta a las cuestiones no tiene porque ser optativa sino que debe ser complementaria. Es decir, tenemos que reducir el ritmo de crecimiento de la población al tiempo que disminuimos nuestros niveles de consumo.
En el incremento de población juega un papel fundamental los niveles de salud y longevidad que estamos adquiriendo, lo que nos va indicando un envejecimiento continuado de la población mundial que realmente es lo que hace subir los niveles de habitantes. Si a ello le sumamos que en los países empobrecidos, donde suele practicarse una economía de subsistencia vinculada a la agricultura familiar, el número de hijos se sitúa en una media de cinco, al ser considerados mano de obra para mantener dicha economía.
Habrían de cambiarse las condiciones socioeconómicas en estos países, de tal forma que su propio desarrollo permitiera reducir el número de hijos por familia, cosa que los progenitores irían asumiendo de forma mucho más efectiva que los programas de prevención de embarazos. Hay que incrementar sus niveles de salud, de educación y de empleo, garantizando un desarrollo endógeno que no haga de la inmigración la única alternativa para sobrevivir.
De otro lado, los países desarrollados tenemos que disminuir nuestro nivel de consumo de una forma drástica: comprar muchos menos alimentos en lugar de llenar con desechos nuestros vertederos y mostrarnos abiertos a la necesaria incorporación de personas de otros países para nivelar nuestras propias poblaciones. Este fenómeno de la inmigración seguirá creciendo en tanto en cuanto no seamos capaces de apoyar mediante la cooperación los desarrollos endógenos, pero es que además resulta necesario para cubrir los huecos de personas en activo decreciente en los países desarrollados.
Especial mención precisa el mas que previsible colapso medioambiental que sufrimos en el planeta. La opción no es que nos preguntemos si podemos continuar castigando nuestro medio natural sino cuándo será irreversible el desastre si seguimos en la misma línea de contaminación, producción y destrucción del planeta.
Los gobernantes continúan preocupados por futuro inmediato, posiblemente por las próximas elecciones y no por las próximas generaciones. Necesitamos personas al frente de los gobiernos que trabajen por y para el futuro. Que coloquen a la persona en el centro de su atención al mismo nivel que la sostenibilidad de la Tierra.
Artículo de opinión de Francisco Pineda, experto en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo y director de Paz y Desarrollo, publicado originalmente en El Mundo Financiero el 13/08/2018.